``Es... Es perfecto. Lo adoro... C&C``
``Es bastante extraño cuando estamos solos... Pero realmente creo que estoy enamorada de él ^^``
``No puede ser... ¿Por qué? Demasiada perfección... Es imposible...Me dijo cosas tan bonitas. Maldito bonachón amargado... MALDITO ENCANTAMIENTO MALDITO. Maldita sea la vida``
``He decidido no guardar rencor... Solo guardar silencio, un silencio grande y muerto por dentro. Cumpliré con esto, quizá el dolor me gane y no pueda continuar pero... Prometo por él llegar hasta el final.``
Esas fueron las únicas frases que pude descifrar de aquella letra tan nerviosamente escrita. Dios, lo único que entendí fue que la culpa de todo fue de él. ¿Qué coño era eso de encantamiento? No, la confusión hizo en mi cabeza un coktel. El lúnes me levanté rabiosa, no entendía por qué lloraba, lloraba mi corazón y estaba segura que esas lágrimas no eran pura coincidencia, esas lágrimas de color grisáceo, que recorrían el mismo camino, manteniendo siempre un final silencioso pero no por ello menos doloroso.
El camino se hizo duro, parecía más largo que de costumbre, llegué al instituto. !Joder! No había nadie, solo Olivia y Patri. No tenía demasiadas ganas de hablar pero nadie podía enterarse.
-!Heey! ¿Cómo ha ido ese fin de semana?- les pregunté fingiendo interés. Debí de ser actriz, hubiese tenido futuro.
-Bastante bien. Te perdiste una... Toda la gente preguntó por ti... ¿Dónde mierda te metiste?- me preguntó Olivia con curiosidad y algo de enojo.
-Estuve en mi casa, ya sabes necesitaba estar sola.- les dije para conformarlas.
-!Tía! Últimamente pasas de nuestra cara. En serio, si quieres irte con otra gente no hace falta que nos lo ocultes...- me reprochó Patri.
Bien, empezaba muy bien el día, mis amigas de toda la vida no me hablaban y no me dejaban lugar a réplica. Necesitaba un hombro en el que apoyarme sin que me preguntaran un por qué, sabía que eso no iba a ser.
Me salté todas las clases buscando a Cristian, no apareció. Tenía miedo, no a él, más bien a lo que le podría haber ocurrido. Estaba en el patio a punto de fumarme un cigarro. Lo había dejado pero la ansiedad me mataba. Era cuarta hora y estaba en el mismo lugar esperándole, mantenía la esperanza de que llegaría.
Cuando encendí el mechero color rosa púrpura unas gotas rozaron mi frente. Empezó a llover como nunca lo había hecho. No podía ser, era un día soleado. No supe el motivo pero las gotas de agua se confundían con las lágrimas de mis mejillas. La impotencia me ganó. Pensaba quedarme ahí hasta que ese tipo llegase, el día se hacía más oscuro y los relámpagos no tardaron demasiado en aparecer.
El viento soplaba fuerte, como si me gritase que me alejara, lo le hice caso.
Los minutos parecían eterno y el silencio reinaba en el patio. Unos pasos se acercaban por detrás, eran lentos, pausados y tranquilos. No hacía falta volverse.
-¿Por qué?- mi voz se partió en dos, y más que una exigencia pareció una súplica.
-Olvídate de todo. Vive tu vida.- susurró entre el diluvio, lo recuerdo con tanta nitidez.
Se acercó a mí y se colocó a mi derecha, volví la cara. No quería ver su hermoso rostro, no quería ver la realidad. Un dolor permanente hizo acto de presencia en mi corazón, un dolor intenso que aún perdura. Me costaba respirar. De momento las lluvia ya no chocaba contra mi piel, un paraguas me refugió y su brazo se aferró a mi espalda.
-Aléjate de esto...- me suplicó en mi oído.
-Es que no entiendo nada... Necesito respuestas.- le solté de repente, giré la cara bruscamente y tropecé con esos ojos color esmeralda, su mirada era penetrante y me fijé en que la tristeza era más que notable en ellos.
-Eso no es una necesidad. Déjalo pasar...- volvió a suplicar murmurando. Su aliento era tan suave...
-No sé qué es lo que pasó Cristian, pero no creas que me voy a quedar sentada mientras veo como Carla se va.- sentencié con una única lágrima brotar de mi ojo izquierdo, todavía puedo sentir esa calidez luchando contra la humedad de mi mejilla.
Nadie dijo nada más.El silencio se hizo eco entre nosotros. Tan cerca y a la vez tan lejos. Decidí seguir mi camino. Corriendo llegué a mi casa, empapada, adolorida en el interior de mi alma. Una pena tan lamentable ver como un ser tan maravilloso se hunde en la miseria. No sentí compasión por él, pero si tristeza. No sabía por qué pero tuve la sensación de que en esa conversación hubo muchas palabras silenciosas llenas de agonía y tampoco supe por qué pero a día de hoy no soy capaz de entender cómo llegué a comprender ese dolor.
Fin del capítulo 3.
(Espero que os guste!!, intentaré poner uno más esta semaniita! =), besitoos)

2 comentarios:
Seguilaaa! :)
Joder ana tu sabes como llegar con unas pocas dde palabaras llegar al fondo de los corazones de la gente que lee este blog.Sigue asi......
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