La cabeza me daba vueltas, era la primera vez desde hacía tiempo que me emborrachaba de esa manera. Siempre se suele decir que es para ahogar las penas, bien, ahí me di cuenta que las mías saben nadar. Caminaba por las calles desiertas en las que olía a humedad. Estaba sola porque ya me había empezado a aburrir, después de haber arreglado las cosas con Patri, Carmen y Olivia las había vuelto a dejar tirada. No quería que me viesen mal, aun que en realidad es que no tenía ganas siquiera de verlas. El color de las farolas hacían que mi cabeza diese vueltas.
Estaba mareada, la piedra estaba ahí esperándome justo en esa esquina, tenía todas las de la loto para caer embarrada en el suelo. Y ahí estaba yo, tirada en el suelo, con la mirada perdida... Tres días sin ver a Cristian, no se cuanto tiempo sin saber nada de Carla. No podía con esta agonía. Alguien había dejado tirada una botella de cerveza, ¿Cruz Campo o San Miguel? El envoltorio era rojo así que supuse que era de la primera. El interior de la botella olía a rancio. El viento sopló fuerte, me aseguré de que nadie venía.
!Zass! Rompí la botella sin dudar, no quería una vida llena de agonía y los pensamientos se agolpaban demasiado. Me dije que acabar rápido sería lo mejor, la cobardía podía conmigo. Nada de lo que pasaba era normal, pero... ¿Qué era para mí la normalidad? El sonido al romper fue estridente, cogí el primer cristal que cruzó mi mirada.
Miré el cristal marrón y el cristal supongo que me miró a mí. No quería que ese inocente trocito de plástico duro se culpara por aquello, así que decidí asegurarme de que oyera que no era su culpa.
-No quiero esta vida...- susurré.
Acerqué el trozo afilado a mi muñeca, que original ¿verdad? En esos momentos no sé exactamente qué ocurrió pero el viento comenzó a soplar como si me quisiese gritar. Y sentí unas gotas caer del cielo oscuro y denso. Miré hacia arriba en busca de alguna estrella, alguna señal que me proporcionara seguridad para no cometer esa gilipollez. El cielo estaba negro, no había ni un misero satélite, solo la maldita lluvia que hacía que mis piernas se congelaran bajo aquellos pantalones vaqueros.
Las finas gotas se convirtieron en gruesas y el viento hizo que mi pelo se echara hacia delante tapándome la visión, decidí que eso era lo mejor. Con valor volví a mi posición original y el cristal, infectado cruzó mi brazo izquierdo de arriba a abajo, lentamente, para que pudiese saborear el dolor. Cuando por fin iba a acabar unos pasos resonaron de tras de mí, suaves, contoneándose al compás de la lluvia.
-Sabía que no te podía dejar sola...- me gritó desde mis espaldas.
Eso hizo que me sobresaltara y soltase el cristal de mis manos y se hiciera añicos en el suelo. Me giré repentinamente, demasiado rápido. Porque lo encontré a justo 4 centímetros de su cara. Sus ojos me miraban de una manera tierna, casi pude descifrar que con algo de sorna.
-¿Qué haces aquí?¿Es que tienes algún tipo de G.P.S?- le pregunté nerviosa y aturdida, la sangre salía muy deprisa de mis muñecas y escocia mucho.
-Más o menos.-Respondió con una sonrisa.- Alejandra, Alejandra, que dramática eres ¿eeh?- se burló el miserable.
-Piérdete idiota...- grité con todas mir fuerzas muy enfadada.
Intenté levantarme, pero caí encima de él, fue una sensación tan... Tan inexplicable. Su mano tocaba mi herida sin pudor, como si la pudiese sanar. No me molesté en mirar allí, mis ojos seguían fijos en los de él. Estábamos tirados en medio de la cera de una esquina, la lluvia no cesaba y el paraguas azul de él había caído en algún lugar donde quedaría perdido. Y pasó, nuestras bocas se acercaron lentamente, el mundo se paró y el olor de humedad se mezcló con el de menta. Sus labios suaves rozaban los míos, ese pequeño beso hizo un antes y un después... Un comienzo y un final... Algo que quedó entre él y yo, donde nada ni nadie pudo intervenir.
Fin del capítulo 4
(es un poco corto, pero es una semana complicada, intentaré subir algo más... =) Gracias por leerla =))



